martes, 15 de noviembre de 2011

Marino Marini: No sólo escultura

Relieve, pintura al óleo y dibujo de lápiz o tinta, completan la muestra antológica de Marino Marini, representante de la escultura figurativa del siglo XX. 


Es la primera vez que viaja a España la obra del italiano y su paseo por nuestro país le ha llevado por Galicia y Valladolid, antes que a Madrid, debido a las obras de rehabilitación del Conde Duque, donde permanecerán estas 75 obras hasta febrero.

Coetáneo de Piccasso “aunque menos fogoso” como describe Marisa Oropesa, la comisaria de la exposición, bebió de muchos estilos y vanguardias durante su longeva vida (1901-1980), pero siempre con una herencia clásica y etrusca, ya que nació y murió en la Toscana.




TEMÁTICAS RECURRENTES

Marini era un hombre de su tiempo y aunque representaba en sus obras Pomonas o diosas de la fruta, el mundo circense, caballos y caballeros... hay que interpretarlas. 
 
Así, encontramos, la fertilidad como recuerdo de su infancia y sus visitas al Museo Arqueológico; la felicidad y la tristeza a la vez como en la vida misma; y los desastres del mundo moderno como “la guerra, lo cuál le marcó y refleja en sus obras de los llamados Milagros” explica Marisa Oropesa. Milagros de caballos y jinetes donde el artista les va deformando sus posiciones, incluso, parecen no poder ni sostenerse.

Marini también fue un gran retratista. Según decía él mismo, era su contacto con lo humano. Sus retratos destacan por ser muy realistas y el personaje aparecía en el bronce tal como era. Incluso le valió la ruptura de una amistad, que no se sintió bien representado.

Entre los retratos a lápiz se puede apreciar uno de su mujer Mercedes, la cuál se enamoró perdidamente de él al conocerlo y posteriormente se hizo cambiar el nombre por Marina y luchó muchísimo por la obra de su marido.

Pero el dibujo más apreciado de la muestra es "El ángel de la ciudad", del que después también construyó una escultura, para Peggy Guggenheim de Venecia. El caballo tiene el miembro eréctil y supone un juego entre Marini y Guggenheim, que no tiene mucha cabida en otras obras del autor. 



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