martes, 31 de enero de 2012

El hada madrina era una marchante de arte

Impresionismo, minimalismo y muchos más ismos en la exposición del legado de Juana Mordó que consigue el éxito y una prórroga hasta el 17 de febrero.

Juana Mordó (Salónica, Grecia 1899 -Madrid, 1984), fue una valiente en el mundo de los marchantes de arte contemporáneo en nuestro país. Algunos la llaman el hada del arte Español, otros la reconocen como una pionera en el negocio.


Estos días la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Alcalá, 13) recoge una muestra de 60 obras de los artistas más reconocidos de las décadas de los cincuenta a los ochenta que formaban parte de su galería, que perduró diez años a su muerte y que ha heredado Helga de Alvear.


En un espacio no muy grande en metros cuadrados, pero espectacular en cuanto a lo que alberga, se van sucediendo trocitos del patrimonio de estas luchadoras y defensoras de la vanguardia. Antes de entrar ya se avista el retrato a lápiz y carboncillo de la homenajeada del puño de Daniel Quintero.

Ya pasando al interior destaca la fusión de técnicas, ya sea entre todos los exhibidos, muy diferentes entre ellos, incluso en una misma obra, podemos ver esas misceláneas que caracterizan a los genios.

Manuel Rivera, el granaino que comenzó en la tradición figurativa de los retratos terminó desembocando en la abstracción y experimenta una sensación de tres dimensiones jugando con la tela metálica, clavos y alambres en varios planos y colores verdes y cobrizos hacia mitad de siglo.

Una mezcolanza de texturas de maderas diferentes se convierten en casas, campos y objetos de la mano Lucio Muñoz que con una gran habilidad crea relieves abstractos de libre interpretación.

Bonifacio nos da unas pinceladas de sus influencias, ya que en la muestra destaca un lienzo con un estilo muy cercano al Gernica de Pablo Picasso. El minimalismo parece una tendencia actual, pero la elegancia del collage de Gustavo Torner fue reconocida por esta vanguardista que le hizo un hueco entre sus clientes.

Jacinto Salvadó nos deleita con unos cuadros monocromáticos con gama de naranjas uno, verde otro y una escala de grises; mientras los espacios aparentemente vacios de José Luis Fajardo, prácticamente blancos, pero que con una tonalidad azul o una iluminación sepia ténue nos llevan ante sensaciones muy particulares y profundas.

Pablo Serrano con una trama imposible con lápiz y tinta china en rotring crea una textura que apetece tocar. Y después lo simboliza con su escultura encuentro de dos manos entrelazadas con gran carga de abstracismo.

Podría destacar la intemporal obra de Mitsuo Miura, clásico y moderno al mismo tiempo, que deleita al ojo humano con combinaciones de colores primarios y secundarios en tonos pastel que no dejan indiferentes. Utiliza ciertos estampados sencillos y sofisticados que encajan perfectamente con ese juego de arriesgar, pero dentro de lo seguro, una fórmula que no le falla.

Artistas como Dalí, Rafael Canogar, Darío Villalba, Joan Hernández-Pijoan, Josep Guinovart o Joan Fontcuberta completan la impresionante exposición del legado del hada madrina.

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