"Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra" (
Cien años de soledad, García Márquez).
Juan Manuel Castro Prieto debe tener más de uno en Cespedosa de Tormes, el pequeño pueblo de Salamanca donde tiene sus raíces este artista autodidacta que iba para economista.
La muestra
Cespedosa es una gran retrospectiva del autor y de su sentir más profundo rescatando lo más íntimo de sus más de 30.000 negativos en 39 años de carrera. Esto ha supuesto una ardua tarea para el comisario de la exposición,
Chema Conesa que
ha seleccionado
200 fotografías clasificadas en 6 secciones y 3 materiales audiovisuales que la complementan.
El espacio se presta perfectamente a crear la atmósfera adecuada, los pasillos de la antigua fábrica de tabaco,
Tabacalera Promoción del Arte (Embajadores, 53) que albergará la colección hasta el 13 de noviembre, son el escenario ideal para la mesa camilla y las fotos antiguas de las antiguas casas del pueblo estival del madrileño.
La
estética que bien le valió el
Premio Nadal de Fotografía en 2015 está presente en cada imagen y nos produce sensaciones, atrapa al ojo humano además de trasladarnos a la memoria, a los juegos de nuestra infancia, a los rincones de las casas de nuestros padres o abuelos.
Según el propio Conesa "trasciende la mera descripción fotográfica, va
más allá del documentalismo al uso y actúa más como
lugar mágico para el autor donde da rienda suelta a sus ensoñaciones y pulsiones creativas" traspasando a nuestro estómago y nuestra piel esas mismas sensaciones.
Volvamos al
verano de nuestras vidas desde un punto de vista muy especial, como del niño que vuelve a casa, como del adolescente que un día recuerda que jugar enriquece el alma, llena los ojos de luz y felicidad, aunque sea meramente fugaz. Dejémonos envolver por el reencuentro con nosotros mismos, con nuestros seres queridos del espacio y el tiempo de unos años atrás. Bravo por la
poesía hecha fotografía, Castro Prieto.
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